Se hacía llamar Malcolm. Era un adolescente y aparentemente hermano de Fraser. No confiábamos mucho en él ya que describió a los ‘Kelpies’ tan detalladamente, ¡como si tuviera uno como mascota! Cuando terminó su cursi conferencia, incluso Elena me lanzaba miradas desconcertadas.

Cada vez era más difícil tomarlo en serio. Especialmente por la forma en que exageraba cada palabra con extraños movimientos de las manos.

“Llevamos dos meses ocupándonos de estos casos”. Tosí para interrumpirlo. “El tiempo corre antes de que el nombre de otra persona se convierta en un artículo de noticias”.

“¡Pasé una hora en esta presentación!” Se cruzó de brazos infantilmente.

“Ni tú ni Elena habéis sido de ayuda. Ya sea que las criaturas mitológicas estén a la altura de esto o no, hay vidas en juego”.

Miré a Elena durante unos segundos, obligándome a ignorar el hecho de que mi pareja estaba dormitando en la silla frente a ella. Honestamente, no podía culparlo.

Un compañero detective mío se asomó al interior y llamó a la puerta para llamar nuestra atención.

“Detective Barclay”, habló en voz baja, “ha habido otra desaparición”.

Me levanté al instante y me acerqué para tomar el periódico de su mano. Leí el artículo por encima. La nueva desaparición era una joven actriz que se había mudado al pueblo para escapar de la estresante vida de la fama.

“He tenido suficiente.” Me volví hacia los demás: “Todos ustedes vendrán conmigo al lago mañana por la mañana. Encontraremos dónde estos equinos maquillados retienen a esas personas”.